MAMÁ
El 25 de
mayo llegó Tánatos, de golpe, sin avisar. Suavemente, como bien sabe hacerlo, te
tocó y alejó de mí. Y quisiera decirte tantas cosas bonitas, pero no me
salen las palabras, ya ves con lo charlador que soy. Perdóname por ello mamá,
pero es que ahora los sentimientos que me llenan el alma han ganado la batalla
a todas las resmas de letras, al mejor lenguaje. ¡Qué limitación más horrorosa
y sin embargo qué quietud siento a la vez! Que no es guerra cruel, muy al
contrario. La paz que me diste al traerme a la vida, la misma que dejaste al
decirme adiós.
Siempre fui tu “Josín”, el más listo,
el más guapo; lo somos para todas. De cualquier bobería que hacía o dijera, te
sentías orgullosa, y yo sacaba pecho aun sabiendo que el amor de madre
exageraba al ritmo del corazón. El que te falló por última vez cuando te
despediste al atardecer.
¡Que dulzura recordar ahora sentir tu
mano apretándome la mía! Ya te marchabas sin ruidos ni aspavientos, dejando tu
poso de amor en todo mi ser. ¡Qué pena no habértela cogido muchísimas más
veces! ¡Que rabia haber dejado sin salir tantos “te quiero” de mi boca mamá!
Perdóname también por ello.
Recogiendo y colocando alguna cosa en tu casa
de Oviedo, encontré escritos míos que guardabas, desgastados a buen seguro de
leerlos una y otra vez. Naderías que en tus manos transformabas en lo mejor.
Continuamente me dijiste que cuando llegara
tu hora, no querías estar sola. No, no lo estuviste. Rodeada de tus seres
queridos, cogiéndote la mano que suavemente me apretaste un momento. ¡Me muero
Josín! ¡Que no mamá que nos queda mucho por seguir jugando en la vida! ¡Venga!
que sólo son nervios, te despertaste asustada de la siesta. Pero no, no lo eran.
Yo también lo sabía al ver tu mirada, esa nunca engaña. Perdóname mamá, no te mentía
a ti, era precisamente a mí a quien lo hacía.
Alicia, mi compañera de vida, la madre
de mis hijos y de tus nietos, te cuidó a cada minuto del día y de la noche.
Hasta te enseñó picardías de las suyas y, bien que te reías con ella. No acaba
de asimilar que te has ido. Te estaba haciendo el desayuno para llevártelo como
todos los días a la cama. Lloró y se sentó de golpe en la silla de la cocina
cuando le recordé que no estabas. ¡Qué orgulloso estoy de ella mamá! Sé que tú
también. El pasado miércoles un día antes del viaje definitivo, te estuve
leyendo unos versos de un libro y te enseñé fotografías mientras lo hojeaba a tu
lado. —“Cuídame bien a Alicina Josín”, me interrumpiste varias veces, que va a
caer enferma de tanto trasiego—. La verdad es que tienes una nuera muy… no me
dejaste terminar casi. ¡De nuera nada, es mi hija, mejor dicho, más que mi hija
y que no te oiga más la palabra nuera! ¡Cómo me gustó oírte decir eso mamá!
Siento no haber estado más tiempo a tu
lado contemplándote, aunque solo fuera eso. Me faltarán ahora las llamadas
diarias que te hacía cuando te valías por ti sola para vivir en Oviedo; los
lunes de comercios y recados, de comidas compartidas y del beso que me dabas
para despertarme de la “siestina”.
Me quedo con tu cariño, con la miel de
tus besos y de tus sonrisas. Me quedó contigo mamá. Ahora que ya estás con
papá, además del abrazo que le mando, cuidad de nosotros, ayudadnos a ser
mejores un poco cada día.
Perdóname también por no haber sido
capaz de darte tanto amor como recibí de ti. Pero eso es imposible. Una madre siempre
gana.
Te quiero mamá.
Josín,
José Cuevas,
Beatus ille...
Mamá, año 1954.
Papá y mamá juntos, año 1972
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