EL IUS, LA AEQUITAS, LA IUSTITIA, IDEAS Y CONCEPTOS QUE SE VAN PERDIENDO. A “PEPIÑO” BLANCO LO VAMOS ENCONTRANDO. ¡VAYA POR DIOS!


El ius.

Aunque no es pacífica la cuestión etimológica del origen “ius”, normalmente lo hacemos corresponder con la latina, igual a Derecho. Era empleado por los romanos para destinar tanto el ius civile, ius gentium, ius Romanum o Romanorum (Derecho objetivo) cuanto ius utendi, ius fruendi, ius vendendi, ius distrahendi, (Derecho subjetivo). Según Juvencio Celso, autor de unos Digesta, el “ius” es el arte de lo bueno y de lo justo, “ars boni et aequi”. Tenían aquellos muy en cuenta el llamado “mos maiorum: las tradiciones de los antepasados en todo lo relativo a lo justo. Esto sirvió de caldo de cultivo y de base a la organización familiar.

Es el principio supremo determinación del modo de ser o funcionar de una comunidad social, tanto en su conjunto como en sus elementos singulares. También se puede entender como situación, poder, facultad de un individuo o de un ente. Contribuye el “ius” a significar, en ciertas frases o expresiones, “la determinación concreta de un acontecimiento por parte de quien tenga el poder de hacerla”.

La aequitas.

Tanto la aequitas como el aequus son términos que expresan la adecuación del Derecho Positivo a los hábitos, costumbres, instintos morales e intelecutuales, sentimientos. Intimamente arraigados todos ellos en la conciencia colectiva. Viene a ser la “aequitas” como los significados de los términos “pietas”, “benignitas”, “humanitas”. En definitiva, la justa adhesión de la norma positiva a la mudable vida social que la misma regula. La “aequitas justinianea” es precisamente esa alta justicia, en cuyo nombre se ha de actuar con amor. El punto opuesto de la “iniquitas”.

La iustitia.

La justicia se cierne sobre la realidad viva del suceso humano. El Derecho no es ciencia anclada en el mundo de los valores ideales, sino justicia y esta se cierne sobre aquella realidad misma, viva totalmente. “Constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi”: la constante y perpetua volutad de dar a cada uno su derecho. Así lo entendía Ulpiano. Existen también quienes opinan que la palabra “iustitia” está compuesta de dos: “ius” y “stitia”, que sumándolas nos daría “el establecimiento del Derecho.

Pues bien amigos, cachazudos lectores, nuestro inefable, el ratoncito, el más listo entre los listos, Ministro él, “Pepiño Blanco”, sin haber terminado más que primero de Derecho, se ha ciscado en todos esos solemnes conceptos y valores esenciales. Nos falta una regla para definir o descubrir “el derecho de cada cual” en los distintos momentos y en las diferentes situaciones, en todas las contingencias de hecho a que está sometida la vida social.

Desde la Filosofía, Religión, Retorica, Economía, Medicina, Historia, Filología, Sociología, etc., por todos estos campos ha de patrullar el jurista y también imperar el Derecho y la Ley en su concepción más general, pero más humana si se quiere. Un buen sistema es aquel cuyos conceptos pueden ser transferidos de la forma que son a la realidad de la que vinieron y de tal suerte que no dejen de mantener su comunicación con el dinamismo de la vida. “Pepiño” Blanco en una gasolinera recoge a un empresario. ¿Creer el qué? De aquellos humanos valores a esta cruda realidad es como bajar del cuerno de la Luna a las habitaciones de Mefistófeles.

Estamos ante un enriquecimiento injusto obviamente y cuando poco. Una persona se lucra a costa de otra, sin que le asista una causa jurídica. El que pierde no puede intentar siquiera la “rei vindicatio”, porque le es negada o porque determinadas circunstancias impiden su derecho. Al parecer en este caso del “Pepiño”, todo apunta a que se han lucrado los dos. ¿Entonces dónde está la persona perjudicada? Todos nosotros somos esa persona. Desde el primero al último de la fila. No tienes perdón Pepiño, yo por lo menos no te lo concedo. Eres un tetrápodo miserable, mentiroso e inquisidor.

Hácese por ende necesario reconocer y curar la sinrazón del enriquecimiento. Ha de usarse por tanto como último y único recurso la acción “in personam” típica.

Pepiño, ya sabíamos que eras corto de entendederas y que sólo un “accidente” te subió encima del queso. Ahora también te conocemos por asqueroso ladrón de lo público. Permitidme que no ponga ninguna foto suya, que este gañán  ni siquiera eso se merece, que si Pericles levantara la cabeza con el yelmo apagaría tu osadía de cuatrero. Que me das repugnancia vamos. Conste.

José Cuevas,









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