MEMORIA EN SU MEMORIA. FIN.
FELIX SCHLAYER CONOCE Y SE ENTREVISTA CON LA PASIONARIA. TAMBIÉN LO HACE CON NEGRIN. SU DIFÍCIL Y PELIGROSA MARCHA DE ESPAÑA.
A
mediados de noviembre de 1.936, el Reich alemán rompió relaciones con la España
roja, y trasladó su representación a la España nacional. El personal de la
Embajada ya se había trasladado unas semanas antes a Alicante y allí estaba
protegido por los barcos alemanes. En Madrid la protección de los refugiados de
nacionalidad alemanda la había asumido el Embajador de Chile, en su calidad de
Decano del Cuerpo Diplomático. El propio Schlayer con su vehículo particular
dio varios viajes ante gente hostil con pistolas. Le costó recibir varios
disparos en su coche, pero consiguió poner a salvo a muchas personas, ya que
Largo Caballero con grosería, declaró sin rodeos que quien tuviera la
nacionalidad española y estuviese en la Embajada quedaría detenido. Nueva
infidelidad a la palabra anteriormente dada, por parte de este “famoso mandamás
socialista”. La situación del Cuerpo Diplomático era extremadamente difícil.
Schlayer
tenía reparos en visitar a los Ministros comunistas, pero Irujo le animó a
hablar con una mujer a quien llamaban la “Pasionaria”,
que tenía mucha influencia con respecto a ellos. Su verdadero nombre era
Dolores Ibárruri, originaria de Bilbao y vasca por los cuatro costados. Le
aseguraron que, en su juventud había pertenecido a asociaciones católicas y
había ocupado puestos en sus juntas directivas. Si eso era exacto, había
cambiado mucho desde entonces. Sus actuaciones en los mítines comunistas eran
extremadamente “sanguinarias” y fogosas.
Fue
a verla Félix Schlayer, tenía un despacho en la Central Comunista de Valencia. A
la entrada había un puesto doble de milicianos con la bayoneta calada. Le recibió
con naturalidad amistosa, una mujer de unos 50 años. Al final de la
conversación le preguntó cómo se imaginaba ella que las dos mitades de España,
separadas la una de la otra por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez
como sólo un pueblo y soportarse mutuamente. Entonces estalló todo su apasionamiento:
“¡Eso es simplemente imposible! ¡No cabe más solución que la de que una mitad de
España extermine a la otra! No podía, por tanto, quejarse si la parte contraria
le había aceptado la receta.
También
tuvo Schlayer una entrevista con el Presidente del Consejo de Ministros,
Negrín, la misma pregunta le hizo sobre la convivencia de las dos mitades de
España en conflicto. La conversación se desarrolló en alemán, lengua que Negrín
hablaba extraordinariamente bien. Contestó a la pregunta con su habitual
vivacidad, diciendo que esperaba milagros de la juventud de ambos lados: el
destino de esta era unirse e implantar una nueva España con más libertad y con
un sentido de la solidaridad y de asistencia mutua que hasta el momento había
faltado. Desarrollaba el tema de la comunidad nacional con gran elocuencia, lo
que hizo que al final Félix le preguntara sonriendo, en qué se diferenciaba su
programa de lo que Adolfo Hitler había hecho en Alemania. Titubeó un poco y,
luego, dijo que reconocía que Hitler había hecho mucho en Alemania, pero que no
estaba de acuerdo con sus métodos, la diferencia de la doctrina comunista de la
Pasionaria y la personal del Presidente del Consejo de Ministros, Negrín, era
como la de la noche al día.
El
15 de mayo de 1.937 Schlayer volvió otra vez a Valencia para gestionar el
traslado de los acogidos en la Legación. Había tratado personalmente con
Negrín, Ministro de Hacienda, acerca de la liquidación de ésa difícil
negociación y quería hablar al días siguiente con el Capitán del vapor de
transporte francés que se esperaba para fletar con el fin de realizar una
travesía de Valencia a Marsella, exclusivamente destinada a los acogidos “noruegos”.
Fue entonces cuando llamó a Schlayer el Encargado de Negocios de Noruega en
Valencia y le contó que Álvarez del Vayo le había mandado llamar a las nueve de
la noche y le reveló que tenía pruebas de que Félix conspiraba contra el
Gobierno y que se había dictado contra él mandamiento de prisión. El noruego
preguntó si se trataba de espionaje a lo que el Ministro contestó: “no, de
conspiración”. Era Schlayer objeto de venganza roja por su comportamiento,
contrario a sus métodos asesinos. El Encargado de Negocios noruego aconsejó a
Schlayer que se pusiera en lugar seguro, porque estaba convencido de que le
cogían le matarían.
Al
poco estalló la crisis ministerial y tanto Álvarez del Vayo como también
Galarza cesaron en sus ministerios. No aparecía orden de detención alguna, toda
la historia se la había inventado Álvarez del Vayo para intimidar al Encargado
de Negocios de Noruega. ¡Verdad es que lo consiguió! Sin embargo, al volver
Félix a Madrid para ultimar los preparativos de transporte de acogidos, llegó
por primera vez una orden de detención contra él basada en un pretexto
ridículo. En vista de todo, mandaba la cordura y no exponerse a más
persecuciones. Podía emprender viaje Schlayer con la conciencia tranquila.
En
la noche del 7 al 8 de julio de 1.937, Schlayer se dirigió a Valencia en el
coche de otra Legación. Un secretario se encargó de pasar el equipaje por la
aduana y su mujer y él se fueron directamente al vapor del Gobierno francés. De
repente, cuando ya llevaban varias horas a bordo, le mandó llamar el Capitán. Allí
le esperaban dos miembros de la Policía secreta. El Capitán le dijo que los
policías venían con orden del Gobierno de hacerle desembarcar, porque le tenían
que llevar a la Comisaría de Policía con el fin de estampar el sello de salida
en su pasaporte. Schlayer replicó que su pasaporte diplomático noruego provisto
de un visado diplomático francés, no necesitaba estampilla de ninguna clase de
la Policía española, como muy bien tenía que saberlo el Cónsul de Francia. Toda
esa historia no era más que un burdo pretexto para su apoderamiento y
arrastrarlo a la cárcel.
Esperaba
Schlayer que los funcionarios franceses, al pisar como estaban pisando, suelo
francés, impedirían tal atropello. Sin embargo tanto el Cónsul como el Capitán
se pusieron a dar voces, muy excitados, diciendo que no podían permitir que se
les creara dificultades con el Gobierno. Los policías les habían comunicado que
no dejarían que se embarcara la gente, ni que zarpara el buque, si no se
obligaba a Félix Schlayer a volver a tierra. Exigieron a gritos que tanto él
como su mujer abandonaran el buque.
En
ese preciso momento Schlayer vio el auto de un colega, Encargado de Negocios de
un Estado centroeuropeo, que entraba en el muelle. Le llamó desde el vapor y le
dijo que le estaban obligando a salir del buque y que se ponía bajo su
protección. Abajo, junto a la pasarela había todo una serie de miembros de la
policía secreta con un coche. Pero Félix se montó con su mujer en el coche
diplomático de su colega. Gracias a la enérgica actuación del Encargado de
Negocios del Consulado de Noruega, los policías tuvieron que conformarse y
reconocer el pasaporte diplomático, pero exigieron examinar de nuevo el equipaje,
esperando encontrar algún pretexto para detenerlo. Los policías vieron
frustradas sus esperanzas y rechinando los dientes tuvieron que dejarlos subir
de nuevo al vapor. Entretanto ya habían embarcado y quedaban “estibados” 650 “fugitivos”.
Pasados
los días, los policías aseguraron a uno de los compañeros de Schlayer que si
hubieran podido apoderarse de él, “no hubiera durado ni cinco minutos”. Se trataba
de la misma brigada “de servicio especial” que habían asesinado al belga
Borchgrave.
Al
empezar a oscurecer, el barco abandonó finalmente Valencia; vieron sin lamentarse,
como desaparecía en el crepúsculo. ¡Finalizaba para ellos la pesadilla roja!
Nota: En unas 40 paginas del procesador de textos, he copiado y resumido como mejor supe y pude, todo el libro de "Un Diplomático en el Madrid rojo", escrito por el propio Félix Schlayer. Los motivos que me empujaron a ellos fueron varios. Por un lado y, en primer lugar, lo hice en su memoria, de ahí el título. Entendí que un héroe como Félix Schlayer, extranjero, sin nada que ganar y con riesgo de su vida, que consiguió salvar a millares de personas, descubrir horrendos crímenes y contarnos en primera persona lo vivido por él durante la Guerra Civil, no debía de quedar en tanto olvido. Por otra parte, también dar a conocer "memoria histórica", la de un hombre imparcial y nada sospechoso de posicionarse a favor de una parte o de la otra. Si al final tomó partido, no es más ni menos que debido a todas las atrocidades que tuvo que presenciar.
No fue nunca pretensión mía, crear más divisiones ni reavivar las "dos Españas". A veces la realidad contada desde otra visión vemos que es diferente. Fue una guerra fratricida y algunos socialistas de hoy, con altos cargos, Presidente y Ministros incluidos, se dedicaron con demasiada alegría, resentimiento y afán de revanchismo a revolver el pasado, presentando a unos como buenos y los demás son los malos, los fascistas y golpistas. Se "olvidaron" que el primer golpe de Estado lo dio el tripartito PSOE, PCE y CNT en 1.934 y que fue el General Franco el defensor del régimen, como buen militar disciplinado. Al igual que los gritos "¡Viva Rusia, muera España!" del insigne socialista Largo Caballero. Tampoco quieren recordar que el mismo PSOE junto con los Comunistas y parte de los Republicanos en el poder, tenían firmado un Convenio por el que cedían la Soberanía de España a Rusia. La habían vendido, vamos. Un gran error a mi juicio, mentiras a medias, medias verdades. Imperdonable. Yo perdí a mi tío de 18 años en el frente nacional, otros en el bando rojo. ¿Alguien se puede pensar que, exceptuando los políticos y altos cargos, esos chavales realmente sabían porqué luchaban?. No, por supuesto que no. Fue un accidente geográfico el que les puso en un frente o en el otro. Hubo asesinatos y matanzas por ambos lados. Muchos al final de la Guerra Civil, seguro que debido a los bajos instintos puestos de relieve por algunas personas. En ocasiones denunciaban a otro, para evitar tener que devolverle dinero que les debían. Así de ruin y de cruel. Motivos de todo tipo y bajeza moral y personal.
Despido esta última entrega final con una carta escrita con lápiz, a las cuatro de la mañana, poco antes de que lo llevaran para poner fin a su vida. En este caso le asesinó el bando nacional, tras haber sido "denunciado", seguro que injustamente. Escribe sabiendo su inminente destino y lo hace sin rencor, ni siquiera hacia el que le denunció. Su nombre era Amador, de Mieres, (Asturias). Más de 73 años tiene el manuscrito, nunca vio la luz. Si ahora lo hace es gracias a mi amiga Carmen García: era su familiar. El mismo día que murió, nació un bebé en el seno de su familia, al cual le pusieron de nombre Amador. Que sea también en su recuerdo.
Muchas gracias Carmen, por esta histórica e íntima aportación.
José Cuevas,
Si alguno está interesado en leer el libro completo, lo puede descargar desde el enlace siguiente:
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