LA DIASPORA ISLAMISTA.


A ella asistimos como seres inanimados, impasibles. Nos están violando nuestras más íntimas entrañas, pero seguimos callados. Es una invasión silenciosa, pero en todos los órdenes. Oculta bajo la chilaba de turno y el barrigón risueño, toda una almáciga de verdaderas intenciones: imponer la Ley Islámica. Se aprovechan por tanto de nuestra pasividad, que si nos volvemos activos salen los listillos de turno a llamarnos xenófobos y un montón de boberías variadas suculentas.

En París, Barcelona, Madrid, Valencia, Roma o Berlín. Cualquier sitio les vale para invadir, eso sí, silenciosamente, con fermatas si hace falta. Que no se les note demasiado. Cuando esto ocurre es que ya te han tomado la delantera, que ya mandan ellos, vamos. Una calle entera en Francia, cortada para sus rezos diarios, que creo son cinco. Ni se te ocurra molestarlos. Han cerrado todos los negocios de venta de alcohol, de carne. Aquello que atenta contra sus “principios sagrados” es eliminado sin ambigüedades como hacemos nosotros con ellos. No les tiembla el pulso para imponer sus credos.

No se trata de xenofobia, racismo o ser radical, es un silogismo muy simple: no puedo convivir con quien ya en principio se niega a aceptarme y se me impone como la única razón del Mundo, pretende que yo lo haga con él, pero no hay reciprocidad. A menos que te descuides te suben encima del turbante o del camello. Con esta gente yo realmente no quiero y además me niego a compartir nada. Es una conclusión muy simple ya que no me queda otra. Sería hacerme islamista y no me da la gana. ¡Pues fuera de donde no tenéis cabida iros con los rezos y fundamentalismos a vuestras tierras y dejadnos en Paz!

Yo, nosotros, no hemos ido a las vuestras a imponeros nada, ni a invadiros.

Resulta ejemplarizante lo siguiente: en una reunión mundial de ministros de diferentes religiones se concluyó que la religión musulmana es la que más crece en el Planeta, especialmente entre los grupos minoritarios. Es curioso al respecto el diálogo de Rick Mathes, Capellán de los EEUU con Imán musulmán. Después de la disertación, cuando le llegó el turno al mencionado Capellán le espetó al Imán “por favor y corríjame si me equivoco, pero entiendo que la mayoría de Imanes y clérigos del Islam han declarado la Yihad, (guerra santa), contra los infieles del Mundo. De modo que matando a un infiel (que es una orden para todos los musulmanes) tienen asegurado un lugar en el cielo. Si así fuera el caso, ¿puede Vd. darme una definición de infiel?”

Sin discutir palabra contestó el Imán con seguridad: “son los creyentes”. A lo que el Capellán le replicó: “permítame asegurarme que le entendí bien. ¿A todos los seguidores de Alá se les ha ordenado matar a todo el que no profese su Fe para poder ir al cielo? ¿Correcto? La expresión de la cara del Imán cambió a la de un muchacho hallado con la mano en la lata de galletas. Avergonzado contestó: “Así es”.

El Capellán agregó: “pues bien, señor, tengo un verdadero problema tratando de imaginar al Papa Benedicto XVI ordenándole a todos los católicos matar a todos los islámicos o al Dr. Stanley ordenando a todos los protestantes hacer lo mismo para ir al cielo.” El Imán quedó mudo. Continuó el Capellán: “también tengo otra pregunta, amigo, cuando usted y sus colegas les dicen a sus pupilos que me maten, a quién se refiere usted ¿A Alá que ordena que me mate para que Vd. pueda ir al cielo o a mi Jesús que me ordena amarlo a Vd. como a mí mismo para que yo vaya al cielo y que desea que Vd. me acompañe?

Se podía oír la caída de un alfiler cuando el Imán avergonzado inclinó su cabeza.


José Cuevas,







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