HOY NO TENGO GANAS DE ESCRIBIR.




Me lo decía yo a mí mismo esta tarde. Que no soy escritor ni me acerco siquiera, que sólo hago rasgar el papel, espetar en él lo que se me ocurre y lo que encuentro de un lado y otro. Al no estar obligado ni por nada ni por nadie, me siento libre, de ahí que siga escribiendo aunque no tenga ganas de escribir.

Espero que la maldición no caiga sobre mi y me despierte como Gregorio Samsa, convertido en un monstruoso insecto. Y es que no aprendo amigos mías, o si lo hiciere será sin piedad.

Es lo que trae la libertad: ganancia. Y digo yo que ya puesto encima del teclado pues, eso subido encima del burro. Y hablando de burros, pobres animales, además dicen los entendidos que no son tan burros. A veces que les ganamos. Pues no me entero que un hombre que le pillaron teniendo relaciones sexuales con un burro, dijo que no era tal, que era una meretriz. Que le costó 20 dólares contratar sus servicios y que no sabe cómo pero que se convirtió en burro.

El caso es que confiesa estar enamorado de la prostituta o del burro y dice que él también debe de ser un burro. Mal estaría si lo hicieras con una burra, como que muy mal. ¡Pero hombre de Dios con un burro! Ahora la rutina de siempre, será examinado por psiquiatras y todo eso.

¿Y dónde está el psiquiatra del burro? Porque digo yo que el pobre cuadrúpedo, atado para ser sodomizado, no creo que rebuzne de alegría. “Algo” extraño habrá notado el buen animal. Claro que si presenta él sus credenciales al otro, con sutura le iban a tener que rebanar bien todos los alrededores del ojete.

Y es que el placer ¿está en dar o en recibir? Esa es la gran pregunta. Yo creo que a la mitad está bien, medio de dar y otro tanto de recibir. Realmente el placer está en el sentimiento, no me refiero al romanticismo ni esas cosas. Me dirigía al sentir lo que haces, lo que das y lo que recibes. El gran placer está llenito de pequeñas sensaciones, juntas o amontonadas. Las que la mayoría de las veces pasamos por alto y nos subimos rápido encima del “burro”.

¡Pobre burro! ¡Pobre hombre!

José Cuevas,






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