LA FABULA DEL FUNCIONARIO MALVADO.
Érase una vez una nación dónde todo el mundo era feliz, donde un nene semianalfabeto sin la ESO se ponía a apilar ladrillos y ganaba 3000 euros al mes, dónde los ministros se entretenían encargando estudios estúpidos sobre la reproducción de la lagartija espongiforme, dónde a la oposición le regalaban trajes y se iban a puticlubs gastos pagados por el ayuntamiento de turno, dónde en el Senado se ponían traductores, dónde el mago bueno cuidaba de todos, dónde todo era feliz y feliza (por aquello de la igualdad,. permítaseme la jocunda burrada gramatical.) Pero en este bonito país no todo era perfecto, había un malvado llamado "El funcionario", vago entre los vagos, tomador de cafeses y fumador de cigarros, de trato desagradable, forrado y sinvergüenza, que vivía de lo robado a los honrados banqueros y políticos, a los honrados curritos que no defraudaban (sólo preguntaban con IVA o sin IVA). Pues bien, nuestro protagonista el albañil era un