MEMORIA EN SU MEMORIA (XII)
EL
GOBIERNO ROJO, VISTO ENTRE BASTIDORES.
Interesado
en mantener la buena fama del Cuerpo Diplomático ante el pueblo español
emprendió con sus colegas la actividad de visitar los hospitales de campaña.
Acompañado la mayoría de las veces por el Encargado de Negocios, argentino,
señor Pérez Quesada visitaron el magnífico hospital de la Cruz Roja en Madrid,
así como el hotel Palace, convertido en hospital de campaña.
Allí
fue famoso un herido apodado “el Negus”
por tener una larga barba negra. De profesión Maestro en una escuela pública de
Santander. Hombre inteligente, enérgico y valeroso que pronto llegó a tener el
mando de una compañía. En la toma de Carabanchel por los nacionales, tenía a su
cargo una posición importante. Se quejaba amargamente de que nunca conseguía
mantener debidamente en la brecha a sus milicianos. Un día, al ver venir un
tanque, se le escaparon todos; se quedó el solo en la trinchera y disparó
valientemente, pero el tanque pasó por encima y siguió su camino. Quedó en
tierra gravemente herido, sin embargo cuando los nacionales se retiraron, se le
pudo poner a salvo y llevado al hospital, envuelto en vendajes, mediante un
tratamiento se le pudo salvar la vida. Schlayer y su colega fueron
fotografiados junto a él. Estas fotos se publicaron en revistas ilustradas, lo
cual causaba buena impresión ente el pueblo, que con ello veían que no sólo se
preocupaban de los “fascistas”.
Sobre
tan singular personaje, se supo después que se fue otra vez al frente, donde
cayó, según parece habiéndole dejado en la estacada sus propios compañeros de
milicias.
En
el transcurso del mes de noviembre de 1.936, las cargas de la artillería y de
la aviación sobre Madrid eran ya muy sensibles y se habían cobrado muchas
víctimas entre la población civil. Schlayer desde su casa, situada en alto,
divisaba todo Madrid. Apenas pasaba un día sin que aparecieran aviones,
surgiendo luego oscuras columnas de humo. A veces sin embargo, también se ponía
la cosa peor y parecía más peligroso por el ruido que por lo que la vista
apreciaba. Siempre aparecían los pequeños aviones de combate rusos a los que el
pueblo llamaba “ratas”. Eran extraordinariamente rígidos y hacían un ruido
tremendo. Cuando se lanzaban, bastante bajos, sobre las casas, era angustioso
el estruendo del motor, que llegaba a la velocidad del trueno, y de la misma
manera volvía a desaparecer. La población de Madrid muy pronto se habituó a oír
las sirenas, terminando por no preocuparse. Un blanco por el que sentían
especial predilección los artilleros nacionales era el edificio de la Compañía
Telefónica que se estrechaba hacia arriba como una torre y la construcción era
la más alta de Madrid. Los pisos más altos de la misma se habían reservado para
uso de oficiales rusos. Cuando impactaron las primeras granadas sobre la
fachada de Telefónica, mucha gente corría, aunque no para ponerse a salvo, sino
al contrario, para curiosear dese la acera de enfrente.
Ya
en octubre de 1.936, fijó el General Franco una zona neutral dentro de cuyos
límites no se podía efectuar ningún bombardeo. Se trataba precisamente de la
zona del mejor barrio residencial al este de Madrid. El Comité Internacional de
la Cruz Roja propuso el 20 de noviembre de 1.936, en un telegrama a Miaja, que
se reuniera a la población no combatiente en Madrid en un sector de la ciudad
para evitar bajas. Caprichosos son los dos telegramas de respuesta, el de Largo
Caballero y el de Álvarez del Vayo, los cuales, cada uno por su lado,
encontraron una excusa basada en la primera mendacidad. Conclusión: el Gobierno
Rojo, imposibilita la clara distinción que, tanto Franco en su propuesta como
también la Cruz Roja Internacional, pretendían establecer entre el Frente
constituido por el Madrid en lucha, de una parte y de la otra la masa de la
población civil. Y eso lo hacía, como tantas veces, porque pretendía utilizar a
la población civil a modo de escudo de sus militares.
Viajó
Félix Schlayer frecuentemente a Valencia, durante la primavera de 1.937.
Encontraba muchas cosas que observar, pues la misma carretera suscitaba
interés. La comunicación por tren ya no existía, había que hacer el viaje en
coche. Entre Madrid y Valencia había 9 puestos de control donde tenían que
detenerse todos los coches y donde examinaban a fondo los papeles. En contraste
con ello, en la España nacional, como tuvo Félix ocasión de comprobar, se
podían hacer cientos de kilómetros conduciendo, sin tener que someterse a un
solo control. El día del atentado contra el “Deutschland” estaba Schlayer en
Valencia. Se enteró que en realidad había sido una escuadrilla rusa la que
había realizado el ataque, por su propia cuenta, la cual tenía su base en el
gran campamento ruso entre Alicante y Murcia y no dependía de las autoridades
españolas.
Ya
en Madrid resulta significativo el episodio del ataque nocturno en el que se
intentó tomar a los “blancos” un cerro de la “Casa de Campo”. Dirigían la
operación dos Generales rusos que movilizaron 30.000 hombres y como la primera
noche no se obtuvo resultado alguno, volvió a repetirse el ataque la noche
siguiente. El único éxito obtenido fueron ocho mil muertos y once mil heridos. Resultaba
imposible enterrar semejante montón de caídos, por lo que se les roció con
gasolina y se les prendió fuego. Aquél cerro, no estaba ocupado por más de
2.500 hombres, según le dijo a Schlayer un oficial “blanco” que participó en la
operación.
Merece
especial mención una entrevista celebrada en los primeros días de octubre con
el representante de un país centroamericano, que por su tendencia política, se
hallaba muy próximo al Gobierno rojo. Dicho señor mencionó que había conseguido
echar un vistazo al Convenio que tenía que firmar Largo Caballero con Rusia
para comprar su ayuda, y dijo lo siguiente: “Nunca me sentiría con valor para
proponer a otro pueblo un tratado por el que éste tuviera que renunciar
totalmente a su soberanía”. (Venta de España por Largo Caballero).
Igualmente
especial atención merece la escena de Miaja, sentado ante su mesa de trabajo
frente a Félix Schlayer. Mientras hablaban entró un hombre con uniforme ruso,
un oficial, probablemente Capitán, les miró, se dirigió al General, sin la
menor muestra de deferencia, como se habla a un ordenanza “¿Ou est un tel?”, (¿dónde
está fulano de tal?). El General balbuceó: “Il es sorti par lá” (ha salido por
allí) y señaló una puerta. El ruso atraviesa la sala, sale por esta puerta, sin
dignarse a dirigir al General, otra mirada, sin más palabras. De hecho ni
siquiera le dijo ¡gracias!
Miaja
era Ministro de la Guerra. El 12 de agosto de 1.936, llegaba a una estación,
justo antes de Madrid, un tren de Jaén con 225 hombres y mujeres en calidad de rehenes
a una cárcel próxima a Madrid. Eran personas de los mejores niveles,
funcionarios, labradores importantes, religiosos. Entre ellos iba el Obispo de
Jaén. Varias veces durante el viaje se les había obligado a parar y se les
había amenazado, pero siempre habían logrado librarlos los 25 Guardias Civiles
que los conducían. Pero desde esa pequeña estación informó el Oficial de dichos
Guardias, al propio Ministro de Guerra, de que las milicias no les dejaban
pasar. El Ministro de la Guerra dio la orden de dejar pasar el tren, pero los
milicianos les tenía sin cuidado el Ministro de la Guerra, a pesar de que
nominalmente pertenecían al “Ejército”. Obligaron a los Guardias a bajarlos del
tren y fusilaron a las 225 personas allí mismo, donde quedaron muertas en una
larga fila. Antes, por supuesto, se les había saqueado a fondo.
Los
asesinos eran, desde luego, los amos de la situación.
Otra
“perla del Derecho”. El Alcalde de Torrelodones, donde vivía Félix Schlayer,
requirió a todos los vecinos allí domiciliados, que acudieran a una junta; “caso
de no acudir incurrirán en la pena de pérdida de su derecho de propiedad con
respecto a sus bienes raíces y con el traspaso de tal derecho al Ayuntamiento. Dicha
comunicación se la llevó Félix Schlayer al Ministerio de Asuntos Exteriores,
dejando a su buen criterio su incorporación al futuro “Corpus Iuris” de la
República venidera. También se la envió, a título de ejemplo, al Gobierno
noruego. (Continuará).
José Cuevas,
Félix Schlayer visita a "el Negus" en el Hospital.
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